Donde hay susurros que te ven amanecer comiéndote la cara
Empezaba el juego de seducción, saltaban chispas.
Ganaba el ser, mis verdades esenciales como credo de mi existencia. Revolución de sentidos.
La luna me dijo que no te amara y se rió. Se dejaba entrever entre los árboles y seguía firme en todo momento, y en todos lados. ¿Hablaba de ti o de mí? Confusión.
Pero de piedras acumuladas en el borde del mar había muchas y eran diferentes. Cuando venía el agua desaparecían e incluso a veces no volvían, pero seguían en la inmensidad del mar. Paz.
Me elevé. A mi izquierda se levantó una ola que descubrí que seguía expandiéndose hacia la derecha, hasta caer y empezar de nuevo. Como un grupo de gente que saltaba olas a carcajadas, contagiándose de sensaciones. Cuantas fuerzas hacían moverme… Humanidad.
Me crecí, como el juego de los niños sin finalidad alguna. Despreocupación.
Las banderas y los parasoles se movían al ritmo del viento. Vitalidad.
La roca terminaba pero seguía el baile. ¿Suerte? No, se abría el corazón. Espacio.
El agua se deslizaba entre mis pies, mientras llegaba otra ola. Podía apreciar la caricia del tiempo para verme bailando en el susurro de sensaciones. Magia real.
FELICIDAD.