Dos niñas encantadoras bailando con tigres

Dos niñas encantadoras bailando con tigres

dimecres 17 de gener 2018 - 18:30 a dissabte 04 de gener 2098 - 13:30
Dos niñas encantadoras bailando con tigres
Dos niñas encantadoras bailando con tigres

Hace ya varias semanas, unas encantadoras niñas, casi mujercitas, me preguntaron por qué andábamos a dos patas y las consecuencias de tan refulgente evento. Como la cosa no es baladí, y más cuando se trata de explicarlo a niñas, les dije que les escribiría un texto explicativo, tras rumiarlo lo suficiente. Se trataba de aunar rigor y sencillez para que lo pudieran entender. Empeño nada fácil, me dije. He aquí el resultado. Juzguen ustedes mismos.

Hola, señoritas. Os prometí que escribiría algunas ideas sobre nuestro peculiar modo de caminar, sobre nuestras patas traseras. Formamos parte del género de los simios (gorilas, chimpancés, orangutanes…). Pero somos unos simios muy especiales, pues somos los únicos que andamos a dos patas. El resto de los simios utiliza las cuatro extremidades para andar, lo cual impide que las delanteras (los brazos) se puedan dedicar a otras cosas, como por ejemplo fabricar herramientas: hachas, lanzas… Recordad esto: el hecho fundamental que permitió que seamos quienes somos (los sapiens), fue empezar a andar a dos patas. A partir de ahí se irán dando las distintas transformaciones que nos han convertido en unos bichos raros (y con frecuencia malos) de la Naturaleza.

¿Por qué nos pusimos en pie? Por casualidad, por azar. Nada predeterminado, ya que la Evolución no tiene objetivos más allá de la supervivencia. Nuestros retatarabuelos fueron unos simios que vivían en las selvas ecuatoriales y tropicales de África hace, pongamos, 3 millones de años. Se les conoce como “monos del Sur”. Ciertos grupos de esos simios (no todos ellos), salieron de la confortable selva; o cambios climáticos les obligaron a ello, ya que redujeron la superficie de la selva, en favor de praderas con vegetación alta y pocos árboles.

(En el primer dibujo de arriba se ve a un “mono del Sur” -australopithecus, en terminología científica-, andando con salero a dos patas, las traseras. Y aunque no lo creáis, nosotros somos descendientes de ciertas poblaciones de esos simios. Fueron los primeros en andar sobre la patas traseras y nuestos más directos abuelicos).

Si estás en un medio natural con muchos árboles (selva) andar a cuatro patas es una ventaja (para que tu especie sobreviva muuuuuchos años), ya que te permite ir de árbol en árbol y subir a ellos rápidamente. Pero en un medio con pocos árboles y vegetación de hierbas altas, andar a cuatro patas es una desventaja. No puedes ver el terreno que te rodea, y tampoco si se acerca un león u otro felino carnívoro. (Y no olvidéis que nuestro olfato no es precisamente muy bueno, por lo que no podemos oler el león hasta que lo tenemos encima).

Grupos aislados de estos simios que salieron de la selva empezaron a andar a dos patas por cambios genéticos rápidos (mutaciones). Por azar, como ya he dicho. Modificaron su pelvis y la posición de la cabeza en la columna vertebral para adecuarla a la locomoción a dos patas. Los que no hicieron esas mutaciones en sus genes desaparecieron totalmente (sin duda zampados por predadores: leones, tigres…). Erguidos era más fácil controlar el territorio y divisar los peligros. Pero lo más importante es que dejó libres las manos para hacer otras cosas que empujar sobre el suelo o balancearse en las ramas, y mucho más interesantes. Y no menos importante es que esas patas delanteras poseían, también por churra, manos con un dedo gordo que se podía oponer a los otros cuatros. Presionad el dedo gordo con el índice y comprobaréis lo que digo. Somos los únicos simios que tenemos esa ventaja, que nos permite hacer herramientas y muchas más acciones que los otros simios no pueden hacer, como tocar el piano u operar a enfermos. Intentad coger cosas sin utilizar el dedo gordo y ya veréis las dificultades y limitaciones que tenéis. Y eso, precisamente eso, nos hizo humanos. Ah, y esos cambios también produjeron cerebros más grandes y más complejos. Andar a dos patas, las traseras, manos ventajosas y cerebro en expansión. ¡Esto marcha!

(En el segundo dibujo de arriba tenéis al primer humano, un hábilis fabricando herramientas hace 2 millones y pico de años. Observad que manos más molonas).

No olvidéis que estamos aquí por azar/casualidad y por la necesidad de sobrevivir. Azar y necesidad, esas son las dos grandes variables que marcan nuestro destino.

Os deseo un buen día.

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Sobre l'autor

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Salvador Martínez. Jubilado inquieto y curioso, que se pasea por una de las más apasionantes fronteras del conocimiento humano. Ante notario ha dejado escrita la frase que debe esculpirse en su lápida funeraria: "Aquí yace un tipo que dedicó su vida a comprender este mundo y sus alrededores. Fracasó." Y otra debajo: "Es la primera vez que hago un viaje sin tener ni idea de adónde voy"
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