El Anís del Mono tiene la respuesta

El Anís del Mono tiene la respuesta

divendres 15 de setembre 2017 - 17:15 a diumenge 03 de setembre 2169 - 03:15
El Anís del Mono tiene la respuesta

(El entrañable anís del Mono manifiesta gráficamente su visión de la Evolución y del señor Darwin)

Ya que he mencionado a los chimpas, adelanto que nuestro genoma, -nuestro libro de instrucciones de uso- es el mismo que el de ellos en un 97 y pico%. Así que cuando se crucen con un chimpancé, denle un abrazo y pregúntenle por la familia. Sin embargo, ese 3% restante marca una diferencia abismal. Otro misterio de la cosa de la Vida. Muchos animales, sobre todo los simios, aprenden habilidades -no transmitidas por vía genética- a lo largo de su vida. Pero cuando mueren, esos conocimientos adquiridos corren el peligro de no ser conocidos por sus descendientes, ya que no tienen el efecto depósito –ahí he estado fino- característico de las culturas humanas. Y ahora, señoras y señores, la pregunta crucial: ¿somos cultura o natura, biología o pensamiento acumulado, tecnología o mera evolución? Como siempre, una adecuada respuesta debe huir de los extremos. Y si quieren mi modesta opinión, diré que somos más cultura que natura. Es la cultura la que nos diferencia radicalmente del resto de los bichos que circulan por la Tierra. Amén.

Ahora voy a hacer una digresión, que si no se me olvida. Es interesante, porque nos devuelve a la dura realidad tras el rollo patatero que acabo de largar. Entre los problemas que impiden la consolidación de teorías sólidas está el de la escasez de restos fósiles (huesos) de los homínini (13 a 7 milloncejos de años de nada), y de homínidos que la cascaron por África y solo por África entre los siete millones de tacos hasta el primer humano, hace unos 2’5 millones de años. Podrían caber en el maletero de un coche, en feliz expresión de un paleoantropólogo algo cínico. Es híper difícil encontrar restos óseos de más de un millón de años de antigüedad, pues si no se preservan en condiciones muy especiales, se descomponen con el tiempo. Pero todo tiene su reverso, como se verá al punto. Una antropóloga potente, con la que chateo frecuentemente, señala que contra más fósiles aparecen, hay menos claridad. Parte de razón ya tiene, aunque el descubrimiento de nuevos fósiles de homos puede complicar un poco el rompecabezas evolutivo, pero a la larga despeja el camino.

A ese problema hay que sumar el de la datación: contra más nos alejamos en el tiempo, más difícil es precisar fechas. Sin olvidar el gran escollo que significa trabajar con restos humanos contaminados por genes nuestros, que se los endosamos al tocarlos, al exponerlos al aire, al lavarlos… Es muy complicado llegar a conclusiones determinantes analizando los pobres restos óseos que tenemos. Con más frecuencia que la deseada, tenemos que recurrir a métodos indirectos de datación: restos de otros bichos en el piso geológico en el que ha sido encontrado el interfecto, el propio piso geológico (especial para cada era de la Tierra),… Hay más métodos: el que estudia el paleomagnetismo, la desintegración radiactiva,… Retengan que las dataciones exactas no son posibles, y menos cuando nos vamos muy p’atrás en el tiempo. Siempre hay un margen, y no insignificante, de error.

No obstante, no todo son malas noticias: la genética evolutiva ha experimentado en los últimos 50 años un desarrollo exponencial. Gracias a ese poderoso instrumental, entre otros, se han podido despejar bastantes incógnitas de la Evolución en general, y de la humana en particular. Además, el material genético de las especies vivas contiene las claves de su propia historia evolutiva; solo es preciso saber dónde mirar (Martínez) (No, no, ese Martínez no soy yo: todavía no estoy tan chiflado como para citarme a mí mismo. Ese Martínez es un paleontólogo del equipo de Atapuerca). Esta rama de la ciencia permite remontar la genealogía de nuestra especie hasta tiempos muy lejanos. Y es irrefutable.

Bueno, ha llegado la hora de meter los pieses en la galleda. ¡A por los homos! Habíamos dejado la cosa en que un gran simio, hace unos 13 millones de tacos, empezó a desarrollar las manos y a adjudicarles nuevas funciones. ¿Recuerdan?

Pasan unos millones de tacos, con insufrible lentitud, en los que poco o nada sabemos de la evolución de estos simios antropomorfos. Hay que aterrizan a unos 6 o 7 millones de años de nada (reparen en el vértigo de la dimensión temporal), para ver cómo se paseaban por las selvas de Kenia unos coleguis que han sido bautizados como keniapithecus (Leakey, su descubridor, no se cansó mucho buscándoles nombre). Ese podría ser nuestro primer ancestro con ciertas características que llegan hasta nosotros: caninos reducidos, infancia muy prolongada en relación a otros simios, no tiene cola como los monos, su cerebro ha aumentado de volumen (300 centímetros cúbicos), y es sociable. Competía con otras especies de simios, en lo que puede considerarse una explosión de los homínidos.

La banda sonora de ​Zodiac​ incluye algunas piezas notables.

https://www.youtube.com/watch?v=dh4olbgSwjo

 

 

 

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Sobre l'autor

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Salvador Martínez. Jubilado inquieto y curioso, que se pasea por una de las más apasionantes fronteras del conocimiento humano. Ante notario ha dejado escrita la frase que debe esculpirse en su lápida funeraria: "Aquí yace un tipo que dedicó su vida a comprender este mundo y sus alrededores. Fracasó." Y otra debajo: "Es la primera vez que hago un viaje sin tener ni idea de adónde voy"
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