(En este bonito vídeo, Lawrence Krauss intenta poner orden en la cosa del Origen del Universo y la posibilidad de un creador).

En el anterior artículo hablábamos de un posible Creador del Universo, y de ciertas visiones respecto a su función en todo el follón universal. Continuogns.

Sir Roger Penrose, siempre presto al bombardeo y la tangana, mete el cucharón para decir que se imagina a Dios contemplando un gran mapa en el que cada punto representa el plan de un mundo posible. Cada chincheta que se pone en un punto, crea un universo. Tal cual, con un par. Quiero entender que sir Roger no le da al canuto, aunque podría pensarse que sí le da. Ítem más u otro sí: ¿es admisible imaginarnos a Dios como un mero inaugurador de mundos, como quien inaugura un tramo de autopista? Un poco pobre, esa visión, ¿no?

Ya que hablamos del Universo y tal, tengo el gusto de presentarles a los fieles del principio antrópico. Para esos tipos, el Mundo estaría hecho para nuestro conocimiento, uso, goce y disfrute. Aún más: en cierto modo sería nuestra conciencia la que haría el Universo tal y como es (Sir Arthur Eddington). Esa pretensión ha encontrado cierto apoyo en la mecánica cuántica –véase mi blog de Partículas-. En el sentido de que las cosas –estrellas, quásares, cuñados…- no existen hasta que son observadas: si no hay una conciencia que las piensa y las ve, caca de la vaca. ¿Y quiénes son los que observan todo lo que pueden observar? Nosotros mismos, a falta de marcianos que incrementen la nómina de mirones del Universo.

La cosa tiene su polémica y su intríngulis. ¿Existe la Luna únicamente si la observamos?, se preguntaba horrorizado Einstein ante ciertas conclusiones de la mecánica cuántica. A lo que los antrópicos contestaban que nones. Que hasta que un objeto/ente no se observa por alguien con mente mental, está en modo indefinida realidad cuántica –hay que joderse con eso de la realidad-; y por tanto tiene infinitas formas, situaciones, velocidades, masas y tal a la vez. Solo cuando la miramos se produce el colapso cuántico y existe; según nosotros, no nos olvidemos del pequeño detalle. Los anticolapsistas, perdón por el palabro, contraatacan señalando que el Universo se rige por leyes física inmutables, totalmente ajenas a la voluntad y la conciencia humanas.

Hawking, que tanto habla de cosmología como de sifones, matiza un poco la cosa: Vemos el Universo en la forma que es porque nosotros existimos. El Universo está íntimamente ligado a nuestro conocimiento de él. Pero ahí asoma otra duda: ¿una civilización extraterrestre tendría otra visión del Universo? Siendo las leyes de la Naturaleza-física iguales para todos los sistemas-lugares-y-por-ahí, ¿cómo sería posible otra configuración del Universo? ¿Los simpáticos chimpas tienen otra configuración del Universo, ya que ven las estrellas de otro modo? Navegamos entre tinieblas por mares procelosos. ¡Con lo bien que estábamos analizando la última fractura  de diáfisis de tibia de Messi!

Al grano: los del principio antrópico muestran una arrogancia, vanagloria y autocomplacencia dignas de mejor fin: es el ser humano el que ordena, da forma y explica todo este Circo universal. Sin él nada de lo que vemos existiría, o existiría de otra manera. Él se lo guisa y él se lo come.  No hace falta un dios, el sapiens sapiens lo ha sustituido. A este miserable peregrino de la ciencia se le ocurre una preguntita de pagés de l’Horta: ¿Cómo se pudo producir el Gran Pedo o Big Bang si el ser humano no existía todavía, eh? ¿O es nuestra visualización la que genera retroactivamente el Big Bang producido hace la minucia de 14.740 millones de años?

Y, cómo no, en estas llegan los teístas y dicen: ¡Bingo!, eso demuestra que una conciencia suprema tuvo que ver-pensar el Principio del Universo. ¿Y si Dios fuera, por tanto, la Conciencia suprema, el gran ente pensante del Universo? Esa visión cuadra en cierta manera con la mecánica cuántica, y da alas a los teístas. La ciencia al servicio de la explicación teológica del Universo universal. La cosa no está mal, pero sigue sin demostrarse que haya un dios generador de Todo. Continúa siendo una bella hipótesis, ahora sustentada por cierta interpretación de la teoría cuántica.

Rory Gallagher, fue una de las voces y guitarras más personales de los 70 del siglo pasado. Un espíritu inquieto que exploró con éxito los territorios del jazz, el blues… Lamentablemente, su ansia viva por el alcohol convirtió su hígado en un foie gras, y le condujo a una muerte prematura.