¡Por qué ignoramos a Joan Oró?

¡Por qué ignoramos a Joan Oró?

diumenge 31 de juliol 2016 - 17:30 a divendres 09 de març 2018 - 04:00
¡Por qué ignoramos a Joan Oró?

(En esta bonita foto se ve a nuestro convecino Joan Oró, un gran biólogo al que ignoramos olímpicamente durante muchos años. Otro talento que corrobora lo de que nadie es profeta en su tierra).

 

La mayoría de los biólogos coinciden en que la vida en la Tierra surgió espontáneamente por procesos naturales derivados de singulares y complejas combinaciones de elementos químicos: carbono, nitrógeno, oxígeno e hidrógeno (Francisco Ayala). Y que todos los bichos vivos y muertos descendemos de una única forma de vida primigenia. Y arreando, que son dos días y uno nos lo pasamos en la mili. Se ha comprobado en laboratorio que las radiaciones ultravioletas junto con descargas eléctricas, convierten elementos simples como el dióxido de carbono o el amoniaco en moléculas orgánicas complejas (polímeros).

¡Cuidado!: eso no significa que conozcamos todos los intríngulis del inicio de la Vida. El refulgente paso de unas moléculas orgánicas complejas a bichos unicelulares que poseen un código de reproducción. Ahí está el meollo de la cosa.

Al respective, lo más irritante de los creacionistas, es que se oponen a la visión científica de la Evolución y la aparición de la vida solo con argumentos (sic) retóricos. Ninguna prueba, ningún dato comprobado. Su gran baza es negar lo que la ciencia ha demostrado con hechos y pruebas. Y eso es muy torpe. En cambio, no utilizan la lógica para convencernos de que su dios ha creado el mundo al rascarse la nariz, un suponer. Como ya he dicho o diré en no sé dónde, las creencias en la pervivencia de un alma, otra vida en otro sitio y cosas por el estilo, son perfectamente legítimas e incluso útiles. Siempre que no salgan del corral de las creencias. Lo jodido y criticable aparece cuando esas creencias quieren suplantar el conocimiento científico de la realidad (¿alguien sabe realmente qué es?, y nunca mejor dicho).

Peeeero, la cosa no está exenta de bronca y polémica. Fundamentalmente en lo referente a dos aspectos: la aparición de la vida y el surgimiento de la conciencia: la humanización de ciertos bichos homo, para entendernos (Arsuaga). Ya hace rato que me he lanzado a la piscina para defender la visión científica del origen de la vida. Y continúo nadando… Lo de la conciencia lo trataré o lo he tratado en otro artículo.

Ahora ya estamos en disposición de concretar algo sobre la vida (al menos sobre sus manifestaciones). Un organismo vivo es el que es capaz de utilizar el metabolismo, reacciones químicas orgánicas, para generar energía para vivir, desarrollarse y llevar una vida autónoma y reproducirse. Eso nos lo dice cualquier químico digno de tal nombre. Un ente individual, diferenciado, que tiene un nacimiento y una muerte como tal: nace, se desarrolla (mediante el metabolismo energético: convierte una sustancias en otras o en energía), paga impuestos abusivos, ser reproduce para pasar las deudas a sus descendientes y, finalmente, la palma. Y aquí paz y en el Cielo concierto de arpa.

O lo que es lo mismo: los organismos vivos son aquellos capaces de replicarse y tomar decisiones (Nicolás García). Los químicos, siempre tan cicateros, nos dicen que la vida es algo que se metaboliza, que toma elementos químicos del entorno, los procesa y los devuelve al exterior de otra manera. Por el contrario, los físicos enfatizan en que los bichos tomamos energía del exterior para construirnos a nosotros mismos (James Lovelock, el de Gaia y todo el rollo del mega organismo, ¿recuerdan?). Y no olvidemos un aspecto crucial de la cuestión: el procesamiento y transformación de la energía es consustancial a cualquier bicho viviente. De nuevo el metabolismo, la más perfecta máquina físico-química que se puede construir. Amén. De esta manera, los organismos vivos pueden verse como estructuras que gestionan con éxito una red de reacciones bioquímicas y eléctricas de una complejidad y eficacia increíbles, apabullantes.

Se ha intentado generar vida en un laboratorio reproduciendo las condiciones primigenias de su aparición. La literatura científica siempre menciona al químico S. Miller; el cual en 1952 puso en un receptáculo acondicionado, los componentes gaseosos de la Tierra primigenia y agua. Calentó el brebaje y lo sometió a un bombardeo de chispas (que simulaban los rayos que cortaban el aire hace cuatro mil millones de años de nada). Pues bien, al cabo de una semana se encontró con que había aparecido una sustancia con aminoácidos, unas moléculas que son la base de la vida. Más tarde -1963- nuestro insigne y olvidado científico lleidatà, Joan Oró, mezcló amoniaco y gas cianhídrico con agua, y calentó la mezcla hasta 90 grados Celsius; unas condiciones similares a las de la Tierra primitiva. Pues bien, del cóctel surgieron biomoléculas que están en la base de la vida: el ADN.

Dmitri  Shostakovich compuso esta vigorosa y dramática sinfonía durante el cerco nazi-alemán de Leningrado. Murieron casi dos millones de personas, como consecuencia directa o indirecta de ese horror. Si han visto documentales de la Segunda Guerra Mundial en Europa, es muy posible que la banda sonora fuera el primer movimiento.

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Sobre l'autor

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Salvador Martínez. Jubilado inquieto y curioso, que se pasea por una de las más apasionantes fronteras del conocimiento humano. Ante notario ha dejado escrita la frase que debe esculpirse en su lápida funeraria: "Aquí yace un tipo que dedicó su vida a comprender este mundo y sus alrededores. Fracasó." Y otra debajo: "Es la primera vez que hago un viaje sin tener ni idea de adónde voy"
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