Roser Ferran, la chica de la Pirelli

Roser Ferran, la chica de la Pirelli

dilluns 12 de setembre 2016 - 13:30
Roser Ferran Gayat
Roser Ferran Gayat
Campo de concentración de Argelès-sur-mer (Francia)
Campo de concentración de Argelès-sur-mer (Francia)
Roser Ferran en la actualidad
Roser Ferran en la actualidad

Hoy en día hablar de chica y Pirelli nos remite a los famosos calendarios que publica cada año la marca, pero en 1936 Roser Ferran se convirtió en la chica de la Pirelli, la mujer que dirigió la empresa italiana durante la Guerra Civil.

Nació en 1915 en Barcelona, pero creció en la Italia de Mussolini, donde se había trasladado la familia para cumplir el sueño de su padre, ser tenor.

Al volver a Barcelona entro a trabajar en 1934 como secretaria en la sede de Industrias Pirelli en España a las órdenes del secretario general, Giuseppe Luraghi. En verano de 1936 se declaró una huelga en su sector, una más en ese año convulso. Como iba para largo, se fue a la casa familiar a Sant Pau de Segúries, en el Ripollés. Nueve días después, el domingo 28 de junio, La Vanguardia trajo la noticia al pueblo: “Huelga resuelta. La dependencia mercantil se reintegró normalmente al trabajo”.

Al día siguiente subió al primer tren a Barcelona. Llegó justa, sufriendo por llegar tarde al trabajo. Cuando llegó vio a los jefes italianos allí plantados, mirándola radiantes. “Brava,Ferran! Lei è venuta!”, gritaron con alborozo. Roser –no osó decir que La Vanguardia a veces se equivocaba había roto la huelga. Llamaron a los interventores y al final del día los trabajadores estaban en sus puestos. Tres semanas después llegó el alzamiento militar. 

Al estallar la Guerra, la Pirelli fue colectivizada y los italianos huyeron. A finales de verano, dos milicianos de la CNT, armados con sus máuseres, esperaban a la secretaria Roser en el despacho que fue de Luraghi, habían encontrado una carta en la que los antiguos directivos pedían una compensación para la secretaria que había tumbado ella sola la huelga. La CNT amenazo con difundir el contenido de la carta si no colaboraba, y así fue como la nombraron secretaria general de Industrias Pirelli. Los milicianos necesitaban a alguien que supiese redactar, llevar las cuentas y coordinar las fábricas. Así fue como Roser, hija única bajo el ala asfixiante de su padre, que había leído los clásicos griegos y latinos, las obras completas de Balzac, a Dostoyevsky, Tolstoi y Zweig, y que incluso había aprendido el esperanto, acabó al frente de una industria de guerra.

Durante la contienda, su firma era una de las tres necesarias para mover fondos en la Pirelli, que fabricaba los neumáticos de los camiones que iban al frente y cables de uso militar.

El 26 de enero de 1939 las tropas nacionales entraban en Barcelona y Roser a causa de su cargo para el gobierno republicano tuvo que huir a Francia. Los falangistas fueron a buscarla al domicilio familiar de la calle Valencia al menos dos veces. Años más tarde, en otro quiebro irónico del destino, Roser se casaría con un impulsor de la Falange en Barcelona, Julián Ruiz Aranda. 

En Francia pasó nueve meses en el campo de concentración de la playa de Argelès. Sus padres que también habían huido a Francia, compartieron su suerte. Cuando por fin salieron de Argelès los Ferran fueron a Toulouse, donde una asociación católica de asistencia a los refugiados les consiguió un piso. Roser hacía de intérprete para los exiliados y trabajaba en una organización cuáquera de Filadelfia que distribuía ropa, comida y dinero. Fue una época feliz, se sentía colmada por poder ayudar y ser útil. Feliz a pesar de que la vida en la Francia de la guerra, primero bajo el régimen de Vichy y luego bajo ocupación nazi, era dura. 

El regreso a la España franquista, en mayo de 1943, fue desgarrador. En la frontera detuvieron a su padre, pensando que el rojo era él y no la hija. Sólo pasó un mes en prisión, el tiempo que tardó Roser en lograr un abogado, pero fue demasiado. “Cuando salió ya no era el mismo. Lo que vivió en prisión le trastornó. Decía que le espiaban, que intentaban envenenarlo. Dejó de comer y murió ese mismo año.

Después de la guerra, La Vanguardia volvió a cambiar su camino. Por un anuncio en el diario, encontró trabajo como secretaria de un empresario aragonés que hizo fortuna en el París ocupado Julián Ruiz Aranda, viudo con dos hijos, 22 años mayor, con el que se casó en 1951 y tuvo dos hijos.

Roser Ferran Gayat es una de las últimas personas vivas que tuvo un cargo de responsabilidad en la República. Carambolas del destino, se encontró que a los 21 años tenía a sus órdenes a los tres mil trabajadores de las cinco fábricas catalanas de Pirelli. Y la Vanguardia tuvo “la culpa”. Una noticia que daba falsamente por zanjada una huelga la convirtió en esquirol involuntaria y, puso en marcha el engranaje de su destino.

(Fuente: La noia de la Pirelli y La Vanguardia)

 

Judith Mellado Ganau

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Sobre l'autor

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Sóc llicenciada en Història de l'Art, m'he especialitat en Estudis de Gènere. Vull donar veu a totes aquelles lluitadores i pioneres que han contribuït a millorar el nostre present.
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