Si no hubiera nada, l'Aplec del Caragol tendríamos que hacerlo en otro sitio

Si no hubiera nada, l'Aplec del Caragol tendríamos que hacerlo en otro sitio

diumenge 05 de març 2017 - 21:00 a divendres 06 de desembre 3512 - 00:00

 

(En este bonito dibujo  se puede ver la Nada en todo su esplendor)

¿Por qué hay algo en vez de nada? (Reflexión ostrogoda, para la que a día de hoy no hay respuesta convincente).

He dedicado varios artículos a la cosa de los ingredientes del Universo, poniendo el foco en lo poco sabemos del asunto, y en que ese poco no es precisamente tranquilizador. Lo siento, no estoy aquí para acunar conciencias. Pasemos página y adentrémonos en otro territorio inquietante: La Nada (con mayúscula, por supuesto).  ¡Quién lo iba a decir, eh? Pues sí, la Nada es otro objeto capital de análisis y debate, con frecuencia agresivo. Poca broma con el tema. Y lo primero que aparece en la pantalla es la jodida preguntita: ¿Existe la Nada?  

Como les considero lectores inteligentes, doy por sentado que habrán captado la contradicción de la pregunta. Si existiera la Nada, ya sería algo. Por tanto, la Nada no existe en sus propias carnes. Por definición. Con todo, la visión de un ¿algo? carente de absolutamente todo, vacío de cualquier cosa que podamos imaginar (incluidas las ideas, por supuesto) está muy presente. Hablamos de la no-existencia; indescriptible, el no absoluto. El cero total. La ausencia de espacio y de tiempo; sin potencial para crear algo. Esa sería, en suma, la visión de los filósofos, sucedáneos, místicos y de la New Age y tal. Una incómoda cuestión que también incumbe, y mucho, a la física.

Desde la más remota noche de los tiempos, el sapiens sapiens ha barruntado sobre quién había montado el Circo, con sus estrellas, sus planetas y su cosa dando vueltas a su bola. La aparición de las religiones estructuradas -5.000 años aC., o por ahí-, dejó sentada la existencia del dios de turno hacedor de todo del todo del total. Peeeeero, a partir del siglo XVII en Europa la cosa se complica con los primeros balbuceos de la ciencia. Surge otra visión, poderosísima, que intenta explicar -entre otras cosas- mediante leyes y causas naturales la aparición de nuestro querido Universo. (Antes, los griegos ya se habían tirado a la piscina, pero ahora no es necesario retroceder tanto en el tiempo). Y así hasta hoy.  

La cosa de la Nada se halla, ya digo, en el ojo del huracán de los debates. La teoría de la Gran Explosión (Big Bang), establece un punto cero, una Singularidad, a las puertas (¡maldito lenguaje!) del Inicio Absoluto. Antes de ese inicio fundacional no se puede decir nada, valga la torpe redundancia, ya que se supone que no había ni espacio ni tiempo. Esa sería, pues la Nada: ni espacio ni tiempo ni materia ni energía ni l’Apec del Caragol  ni gaitas. El primer misterio de dolor viene por el significado de la palabra Nada, y lo que designa. Para los filósofos, el concepto de Nada es muy diferente del que manejan los científicos. Para los físicos y matemáticos, en esa Nada era una Singularidad –después volveré sobre el asunto- en la que se cocían ciertas fluctuaciones cuánticas (campos de energía y sus partículas portadoras, para entendernos).

El Gran Pedo –al que los finos llaman Big Bang- no fue más que la explosión colosal de la  energía que se encontraba en la Singularidad. Increíble, ¿no?  Pues está demostrado científicamente (matemáticamente, más bien). Pero yo lo veo muy raro, muy raro de mucho raro. ¿Y qué era esa Singularidad antes del Pedo? Parece ser que un punto infinitesimal, una anotación matemática sin dimensión espacial, ni temporal, ni nada que se pueda determinar. Úsease: antes del Principio de Todo era una cosa mu pequeña, que estaba en ningún sitio (no había espacio), y en su interior bullía una energía de te cagas, Lorencito, que produjo una explosión de energía como nunca después y las primeras concreciones de materia gracias a la interacción de la energía con el campo de Higgs: quarks. Un porrón de energía y de partículas y antipartículas chocando como lelas en la densa niebla viscosa que constituía en Universo en esos primeros días.

¿Qué cómo se come esto? No se come, pues en esas singularidades y con esas fluctuaciones cuánticas de energías no se aplican las leyes de la física que conocemos ¡Ah!, otra cosa bonita (de mi cosecha): el tiempo tampoco existiría, salvo, tal vez, en el interior de esa singularidad, ya que allí fluctuaba una fuerza casi infinita y si hay movimiento, tiene que haber tiempo. Aunque a saber qué tiempo había por allí: tal vez negativo o solo interno o dos tiempos que se anularan mutuamente o un tiempo en bucle (ni p’alante ni p’atrá). Un tiempo no detectable ni medible ni na de rien. Un tiempo para sí mismo, cerrado e indetectable. ¿Ustedes lo entienden? Yo, no, pero intento disimular…

Henry Purcell compuso canciones de taberna que fueron bastante populares.

https://www.youtube.com/watch?v=8klhpbMSZRQ

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Sobre l'autor

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Salvador Martínez. Jubilado inquieto y curioso, que se pasea por una de las más apasionantes fronteras del conocimiento humano. Ante notario ha dejado escrita la frase que debe esculpirse en su lápida funeraria: "Aquí yace un tipo que dedicó su vida a comprender este mundo y sus alrededores. Fracasó." Y otra debajo: "Es la primera vez que hago un viaje sin tener ni idea de adónde voy"
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