(A ver quién es el valiente que se atreve a decir a esos caballeros que Alá no creó al hombre; ni al hombre ni a nada de na)

En el artículo anterior, decíamos que la ciencia no tenía la batalla ganada al pensamiento mágico-religioso respecto al origen del hombre. Ni respecto al origen del hombre ni en muchos otros campos del conocimiento del Mundo. Más bien al contrario: es la creencia mágica la que está de moda; y se observa a la ciencia como algo pasado de moda y obsoleto, demodé. Pero permítanme que incida en un hecho muy revelador (para mí definitivo) de la cosa: como apoyaturas de sus creencias mágicas sobre la Creación, los creyentes solo arguyen palabrería (más o menos dialéctica) y citas de sus libros sagrados y revelaciones de sus dioses (que no existen, todo sea dicho). Por el contrario, los científicos acumulan una ingente cantidad de restos, yacimientos, análisis, pruebas genéticas, y el concurso de un porrón de disciplinas científicas: paleobotánica, geología, biología molecular, paleoantropología, anatomía, química orgánica,…  Para que una creencia se convierta en teoría demostrada se necesita la prueba en la realidad, ya que se trata de fenómenos que se dan en la realidad terrestre y no en un ningún-sitio. Y eso es lo que les falta a los hechiceros del pensamiento mágico-religioso, pruebas. Pre-conclusión: el pensamiento mágico y tal es falso; más falaz que un billete de 3,17 euros Conclusión general: las religiones y demás -fundamentalmente el islam, el judaísmo hortodoxo, el fundamentalismo cristiano, y los reptilianos del sexto planeta…-, niegan la realidad de los hechos. ¿Podía ser de otra manera?

 Observo con frecuencia que no pocos científicos dedican esfuerzos y tiempo en rebatir las falacias de los creacionistas y demás fauna de visión mágica. Craso error. Vana esperanza. Fatua pretensión. Eso es perder el tiempo miserablemente. Los creacionistas jamás aceptarán los hechos, pues su mente está programada para ignorarlos cuando entran en conflicto con sus ideas mágicas. ¿Se entendería que alguien se esforzara en demostrar que la Tierra es redonda a una secta que jure y perjure que es plana, o que lo que se mueve es el Sol y no la Tierra? Pues lo mismo con los integristas religiosos. Es más difícil erradicar una creencia arraigada en una mente que mover el Everest hasta Corbins. ¡Uf! Lo que debemos hacer es procurar que nuestros hijos se eduquen en un ambiente crítico, racional, tolerante y cooperativo y, por qué no, abierto a la espiritualidad y a los ámbitos inmateriales: belleza, sutilidad, moral, filosofía, deísmo… Sin lavados de cerebro ni dogmatismos agresivos y totalitarios.

Sin bajarnos de la burra, hay que reconocer que la ciencia postula ideas/teorías/leyes que no son intuitivas​, con frecuencia difíciles de entender. ¿Alguien ve normal que unas imágenes que se filman en Groenlandia se reproduzcan fielmente en nuestros elecedés? Nos hemos acostumbrado a ese número de magia, pero entenderlo, la mayoría no lo entendemos. Y ni les cuento lo de los móviles con Internet . ... La ciencia es dura, exige método riguroso, esfuerzo, imaginación y tenacidad (Achenbach). Y esa es una música que no gusta demasiado. La incertidumbre es inevitable en la punta de lanza del pensamiento científico. ¿Hay algo más apasionante que eso, que tener siempre un horizonte abierto con miles de caminos por recorrer. Lamentablemente, muchísima gente prefiere creer en un dios/gurú/espíritu/ectoplasma que todo lo puede, todo lo hace y en el que todo se explica.Desde el punto de vista mental, esa visión es comodísima: evita tener que hacer el esfuerzo de pensar reflexivamente, y los pensamientos que se derivan de ella son incuestionables e inmutables.

Lo inmutable es cómodo y gratificante, y no exige pensar, que es de lo que se trata, ¿no es cierto? En cambio, la ciencia no postula –ni encuentra- leyes eternas, duras e indeformables como la cabeza de un piedrolari vasco. Por el contrario, en el escenario científico todo es provisional y está sometido a posible revisión. Y eso genera neurosis e intranquilidad en las mentes sencillas, lanares. Para la ciencia la única Verdad absoluta es que no existe tal verdad. La ciencia es un camino, tal vez el más apasionante que el ser humano puede recorrer. Pero no es fácil transitar por ella, y suele ser ardua.  Por el contrario, si crees en que los reptilianos –les juro que hay gente a patadas que cree en ellos-, te lo pasas bomba y mola mucho. La ciencia, en fin, organiza y difunde conocimientos que con frecuencia son incómodos e indigestos para las mentes simples. Se impone la tribu, el pensamiento mágico y el Santiago y cierra la sesera. Las creencias son más poderosas que una bomba termonuclear. ¿Por qué aguar la fiesta con eso de que el ser humano desciende de un simio? ¿No vemos que eso  entristece e irrita? No obstante,  esos creyentes se vuelven racionales y pro-ciencia cuando hay que detectarles y curarles un cáncer de colon. Entonces se abrazan fuertemente al conocimiento científico. Una pequeña contradicción que en nada empaña la brillantez refulgente de esas mentes escleróticas.   La lucha continúa. Fin del sermón. Oración, despedida, bajada de bandera, gritos de ritual y cierre.

The Cream, como su mismo nombre indica, fue un potente y sofisticado grupo, que solo funcionó dos años. ¡Pero qué dos años! Lo formaron Eric Clapton, Jack Bruce y Ginger Baker. Este último vivió durante un tiempo en un bidón de gasolina; vacío, eso sí.

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