El pasado viernes, la película 'Alcarràs' fue premiada con el Oso de Oro en los Berlinale, lo cual ha llenado de alegría y gozo, no solo a su directora, Carla Simón, sino también al equipo de producción y todas aquellas personas que participaron directa o indirectamente en el proyecto, y también, a las personas del territorio leridano. Pero, aunque la mayoría de sensaciones han sido positivas, hay otras que no han pasado indiferentes, ya que contienen un alarde de demérito, y que exponen el poco conocimiento que se tiene del territorio rural. Titulares de noticias que confunden el nombre de las dos poblaciones leridanas 'Alcarràs' y 'Alfarràs', lo que deja al descubierto el desconocimiento que se tiene hacia las zonas que se escapan del centralismo. Así como comentarios y noticias que exponen -sin temor alguno- el descontento algunos por haber galardonado a un “pueblo cuyo nombre resulta impronunciable”. Situaciones que evidencian el poco valor que se le da al sector campesino y lo que representan para la sociedad.

Como si se tratase de una anagnórisis, cada uno de los personajes y la propia Carla Simón, fueron enseñando sus talentos y particularidades para crear una producción propia del territorio, devolviendo el valor y el sentido de pertenencia a muchas personas locales -y no locales-, y avivando las brasas de una llama llena de talento catalán que siempre ha estado latente y que, grandes entidades actúan haciendo el papel de paño húmedo intentando apagar dichas brasas artísticas.

'Alcarràs' es una producción que ha sido rodada en catalán, grabada en Cataluña y con personajes – vecinos y vecinas- naturales del territorio, lo que quiere decir que es un proyecto planteado desde una perspectiva diferente y con el pleno objetivo de dar a conocer un sector que poco valoramos, el agrícola, al campo y los campesinos.

Una producción donde los figurantes y personajes son vecinos y vecinas del pueblo, quienes no cuentan con una formación teatral y cinematográfica. Lo cual es digno de tener en cuenta y reconocer, ya que la producción de 'Alcarràs' se planteó desde un principio de una manera peculiar y diferente. Sin embargo, el escenario ha sido una antítesis a lo esperado. La situación ha catapultado una serie de comentarios que quitan valor, con el claro objetivo de desprestigiar a la producción y el premio recibido.

Muchos critican el hecho de que la producción, que no ha contado con “grandes” y famosos actores y actrices, ni un incalculable presupuesto y mucho menos un emplazamiento “digno” de Hollywood- haya sido reconocida internacionalmente, como debe ser.

Para algunos, el hecho de querer dar a conocer la cotidianidad de la vida rural y de las personas campesinas no es un punto a tener en cuenta ni un tema conocido y mucho menos, ser merecedor premio internacional. Y, lo anterior reafirma su postura en la forma en como diversos medios han comunicado la obtención de este merecido premio. Piezas que, lejos de reconocer el esfuerzo y el talento de dicha producción, buscan demeritar y desvalorizarla.

La situación deja entrever la falta de visibilidad del mundo rural y su trabajo de primera necesidad que carece de reconocimiento en una sociedad donde solo las grandes marcas, la posición de los influencers y los sitios “postureo” están a la orden del día y cuentan con más visibilidad.

Tal vez este reconocimiento internacional a la película 'Alcarràs' sea el inicio o el replanteamiento de los diferentes galardones que se crean con el ánimo de remarcar y premiar aquellas producciones llenas de esfuerzo, trabajo y sobre todo, naturalidad y proximidad. Tan propio como el reconocimiento que merecen pequeñas producciones llenas de talento, sin importar de qué parte del mundo sean.

Es un hecho, la descentralización es un punto a plantear y que está pendiente de poner sobre la mesa para destinar fondos, ayudas y promover la multiculturalidad de las producciones cinematográficas, porque hay artistas más allá de Hollywood, porque hay situaciones dignas de explicar al resto del mundo y porque una producción catalana con tanto talento merece mucho más que preguntes banales que intentan expoliar tan merecido premio.

Por último, está claro que no todo es Hollywood, ni Starbucks, ni mucho menos, la manzanita de Apple o los grandes destinos turísticos. Muchas veces nos perdemos maravillas de nuestro entorno y que tenemos cerca, por estar soñando con nubes de marcas que alimentan el centralismo. Podríamos comenzar por valorar los lugares prodigiosos de nuestro entorno y ampliar nuestras miradas para ser más tolerantes, inclusivos y empáticos.

Artículo en Lo Mediático