Cómo curar la sífilis con una ristra de ajos y el ombligo de Adán

Cómo curar la sífilis con una ristra de ajos y el ombligo de Adán

dilluns 08 de febrer 2016 - 17:00 a dilluns 10 d'octubre 2016 - 02:45
Cómo curar la sífilis con una ristra de ajos y el ombligo de Adán

 

 

 

(En esta bonita foto se ve a un chamán en la puerta de su consulta).

 

La supresión de ideas incómodas puede ser común en religión o política, pero no es el camino hacia el conocimiento, y no hay lugar para ella en la empresa de la ciencia. (Carl Sagan).

(Nuestro añorado divulgador científico marca la línea roja que separa radicalmente las creencias de las ideas científicas. Pero esa línea roja la atraviesa cada vez más gente).

 

Mu güenas! Habíamos dejado la cosa en que el sapiens tenía ciertas creencias mágico-religiosas, o por ahí; tanto más elaboradas cuanto más corría el tiempo. Pero poco sabemos en concreto de las creencias de los humanos antes de la revolución neolítica, que se inició en la región de Mesopotamia hace unos 10.000 años. ¿Qué otra cosa podían concluir nuestros ancestros de una tormenta eléctrica más que era una manifestación de poderes mágicos? Es posible, también, que llegaran a creer en algún ser superior, el cual habría montado todo el Tinglado y que tal vez les posibilitaría otra vida tras el paso por esta; en la borrosa zona de las tinieblas. Muy probablemente, los vivos invocarían a los espíritus de los muertos para pedirles auxilio y ayuda en trances delicados. Unos espíritus que hablaban a través de un tipo muy especial y muy respetado por el clan/tribu: el chamán, mago o hechicero. Él era el encargado de conectar ambos mundos y de transmitir esperanza y fuerza a los de este. Una especie de router pero con plumas, sonajeros y cara de malaleche. Con más frecuencia de la deseada acudimos a las creencias de etnias no desarrolladas (en el sentido capitalista de la cosa), para intentar desentrañar qué pensaban al respecto los sapiens de hace un porrón de años. Aunque siempre quedará la duda de si sí, o si no. Servidumbres de tan ardua área de conocimiento.

Con el Neolítico esa nebulosa de creencias se formalizó, dando paso a las religiones estructuradas. Dos factores ayudan a esas primeras concreciones: el ritmo de las estaciones ligadas a la agricultura y de las lluvias, con sus múltiples amenazas; y la aparición de las ciudades, con una clara división del trabajo y la jerarquización del poder. Con lo que se explica sin dificultad la aparición de las primeras religiones estructuradas, con sus sacerdotes, sus liturgias y sus lugares sagrados de culto. Y estos dos factores unidos posibilitan la aparición de las primeras visiones del Universo. Los campesinos rogaban a los dioses buenas cosechas y protección frente a los múltiples peligros; mientras que los gobernantes de las ciudades monopolizaban el culto a esos dioses y la comunicación con ellos, con lo que reafirmaban su poder sobre el resto de las personas. ¡Ah, la ciudad, un micro-mundo que lo cambiará todo. Es por ello que en este nuevo escenario, la formalización ritual de las creencias y la construcción de edificios y monumentos específicos cobra un papel relevante: el poder se expresa mediante rituales y en los templos. Aparecen los primeros olimpos, con nóminas más o menos extensas de dioses, a los cuales se les dedican suntuosos lugares de culto. Empieza así la larga época del pensamiento mágico y mítico, irracional y supersticioso.

En cuanto a nuestro objeto de interés, cabe decir que todas esas religiones emergentes incluyen, cómo no, una visión más o menos elaborada sobre el origen de la Humanidad y del Mundo que se conoce (incluido el Cosmos). Son los dioses, seres inmutables y con frecuencia crueles, los que han creado al ser humano y todo lo que cuelga, si bien cada sociedad neolítica tiene su particular visión. Y son esos dioses los que pueden facilitar el acceso a otra vida posterior a la terrenal. Y sobre esas creencias se erigen sistemas esos complicados sistemas que, y además, cohesionan a esas sociedades y pasan a formar parte importante de sus culturas. Posiblemente, el caso paradigmático en ese sentido sea la civilización egipcia.

El primer intento serio de quebrar ese orden cosmogónico lo protagonizaron los griegos. Bueno, ciertos griegos. Ellos se atrevieron a pensar el mundo desde una óptica nueva: la lógica, la razón y el acercamiento a la Naturaleza. Buscaban respuestas a las grandes preguntas examinando la realidad natural, no en el mundo de los espíritus, de los dioses y demás. Y pese a que fueron una ínfima isla en un océano de pensamiento mágico, a largo plazo cambiaron el mundo. La civilización Occidental, es un fruto judeo-cristiano en lo moral, pero griego en el acercamiento real al Mundo y al ser humano.

No obstante, el legado greco-latino, esa máquina que funcionaba en base al conocimiento racional del Mundo, desapareció de Occidente a partir del siglo V. Una nueva religión, el cristianismo, se había fusionado con el poder político del imperio romano y, como era de esperar, impuso su particular visión de la cosa y de su origen; y con frecuencia mediante métodos violentos, tan extraños a su fundador. La primera diferencia respecto a anteriores religiones, es que era monoteísta: un solo dios era el hacedor responsable de todo lo real y espiritual. En segundo lugar, tenía vocación universal, de ahí su interés en convertir a todo bicho viviente a la verdadera fe. Y en tercer lugar, a lo largo del tiempo se fue dotando de un cuerpo doctrinal impresionante y muy complejo. Como hija espuria del judaísmo, tomó prestada de la Biblia su concepción de Todo, así, con mayúsculas. En consecuencia, Dios había hecho el Mundo en 7 días -¡hale hop!- y, por descontado, también a los primeros seres humanos: Adán y Eva. Por cierto, ¿tenían ombligo Adán y Eva? Una cuestión sobre la que se han vertido ríos de tinta (y prendido algunas hogueras). La cosa merece un comentario dada su importancia teológica y/o antropológica. Adán fue creado por Dios, por tanto no tenía ombligo, al no haber nacido de madre. ¿Vamos bien? Peeero las religiones monoteístas sostienen que Dios lo creo completo y definitivo, tal y como es ahora. Y de ahí el rollo del ombligo perdido.

Los judeo-cristianos determinaron las fechas de ese Principio basándose en las cronologías de la Biblia: entre 3.000 y 6.000 años tenía de recorrido la Humanidad. Era la Creación, el principio de Todo impulsado y ordenado por la mano de un ser omnipotente. Y dentro de este festival, el ser humano era la obra sublime de su Creador y todo se había diseñado para su disfrute y molicie. La Tierra era el centro del Universo, y en el centro ella estaba el ser humano, como la guinda del pastel. Una explicación tan mágica e irracional como la que defendían las religiones de la Mesopotamia el Egipto neolítico, pero más potente. Pero había una gran diferencia: el cristianismo era antropocéntrico y todo giraba en torno a la salvación del alma tras hacer méritos suficientes en esta vida -no pecar demasiado, ¡ah, el pecado, cuento juego da!-, la cual solo era un mero tránsito hacia la verdadera y eterna vida.

Y de postre una legendaria balada del Tigre de Belfast:

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Sobre l'autor

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Salvador Martínez. Jubilado inquieto y curioso, que se pasea por una de las más apasionantes fronteras del conocimiento humano. Ante notario ha dejado escrita la frase que debe esculpirse en su lápida funeraria: "Aquí yace un tipo que dedicó su vida a comprender este mundo y sus alrededores. Fracasó." Y otra debajo: "Es la primera vez que hago un viaje sin tener ni idea de adónde voy"
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