El señor Puigdemont y la ecologia (Capítulo 1º)

El señor Puigdemont y la ecologia (Capítulo 1º)

divendres 16 de novembre 2018 - 18:00 a dilluns 16 de novembre 2308 - 04:15
El señor Puigdemont y la ecologia (Capítulo 1º)

(En esta bonita imagen se ve el todopoderoso ojo del robot HAL, tan simpático y dicharachero. Hasta que dejó de serlo. Un inquietante exponente de la robotización. Su nombre se formó con las letras inmediatamente anteriores de las que forman IBM).

Muy buenas. ¿Todo bien? En el artículo anterior iniciaba el análisis de la desaparición del sapiens-sapiens (nosotros mismamente) y/o de la Tierra. Hoy continúo hablando de las cafradas imputables a nuestra ya de los sí cafre especie.

Otra variante de autodestrucción de la especie humana, muy refulgente y cinematográfica, podría venir de una generación de robots muy avanzada que se hartara de hacernos los calçots y la salsa  romesco, y nos liquidara para implantar el imperio robótico (o por ahí). ¿Quién no recuerda a Terminator y su ejército de máquinas exterminadoras? Pues eso, a veces la ciencia-ficción dibuja horizontes que puede colonizar la ciencia en un futuro. Pero para ello, los robots tendrían que poderse mover como las personas (sin dominio del movimiento, no hay dominio del medio) y llegar a tener conciencia, y sentimientos humanos: envidia, miedo, odio… ¿Que qué es la conciencia? Ni idea, pero parece que está por ahí y tiene su enjundia. No obstante, ustedes argüirán que un trozo de aluminio con patas y un ordenador por cerebro no puede tener conciencia. Craso error, fatua conclusión, arrogante deducción. Según las últimas investigaciones, parece deducirse que todas las cosas de la Tierra tienen conciencia. Sí, sí, una piedra e incluso Belén Esteban -quién lo diría- tienen conciencia. Solo que hay una gradación en la cosa: una piedra tendría una conciencia ínfima; en cambio un ser humano la tendría mucho más desarrollada y un chimpa, más que una piedra pero menos que un humano. Por tanto, al igual que nuestro querido HAL, el súper ordenador de la genial 2001, del genial  Kubrick, solo es cuestión de tiempo y una caña que robots muy desarrollados adquieran auto-conciencia -¿Soñaré doctor Chandra… recuerdan?), y decidan liquidarnos por plastas y explotadores.

Poca broma con la cosa de los robots. ¿Se acuerdan de Stanislav Petrov? Pues ese tipo nos salvó la vida a todos. En 1983, estaba al mando de una estación soviética de alerta temprana ante ataques nucleares. En un momento dado, como diría el añorado Cruyff, se detectó un misil que despegaba de EUA, el archi enemigo. Y después cuatro más. Pero Stanislav no perdió la calma: para ser un ataque nuclear eran pocos misiles, y para ser un accidente, demasiados. Así que tenía que ser un error informático, como se demostró en las horas siguientes (Ana Tagarro). Este héroe de la Humanidad, analizó los datos objetivos para llegar a una decisión subjetiva, valorativa. Y eso nos salvó. ¿Se imaginan la que se hubiera liado si la vigilancia hubiera estado al mando de robots?

Otra bonita y elegante manera de irnos a hacer puñetas es provocando nosotros mismos mismamente una extinción masiva de especies. A nivel apocalíptico. La masiva degradación de los ecosistemas por causa de nuestras actividades pone en peligro la continuidad de la vida en la Tierra. Y me temo que el Acuerdo de la conferencia de París no va a cambiar mucho las cosas, ya que los compromisos firmados no son de obligado cumplimiento. En los últimos decenios nos hemos cepillado a más de ¡un millón! de especies (Ann Druyan y Carl Sagan). La investigadora y divulgadora Elizabeth Kolbert publicó en 2014 un libro de corte apocalíptico. Tras dar un concienzudo repaso a las extinciones de vida anteriores, explica que estamos en medio de una gran extinción masiva. En buena parte provocada por nosotros, que somos unos cafres. Unos auténticos cafres que con la inestimable ayuda de la alta tecnología se cepillan a todo bicho viviente. Ella vaticina que las especies desaparecidas a final de siglo pueden significar el 50% de las actuales. Además, reducimos hasta Lilliput la biodiversidad; como han demostrado, por ejemplo, los hermanos Pàmies en su empresa de Balaguer. Moraleja: que nos podemos ir al carajo vía extinción de las otras especies vivas. Y eso no es una hipótesis, es una probabilidad probable.

Los Beatles marcaron a una generación con su música modosita, educadita y brillante. A diferencia de los Rolling, no asustaban ni a las viejas. Después siguieron cada uno por su lado y pasó lo que pasó.

https://www.youtube.com/watch?v=9NPdURwkw7k

 

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Sobre l'autor

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Salvador Martínez. Jubilado inquieto y curioso, que se pasea por una de las más apasionantes fronteras del conocimiento humano. Ante notario ha dejado escrita la frase que debe esculpirse en su lápida funeraria: "Aquí yace un tipo que dedicó su vida a comprender este mundo y sus alrededores. Fracasó." Y otra debajo: "Es la primera vez que hago un viaje sin tener ni idea de adónde voy"
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