Las Relatividades de Einstein explicadas por un australopithecus afarensis (1)

Las Relatividades de Einstein explicadas por un australopithecus afarensis (1)

divendres 30 de setembre 2022 - 12:30
Las Relatividades de Einstein explicadas por un australopithecus afarensis (1)

Desde que los matemáticos han invadido mi teoría de la relatividad ni yo mismo la entiendo. (Albert Einstein).

 

(En esta bonita foto se ve al autor de este artículo tras comprender que el espacio y el tiempo forman una unidad de destino en lo universal).

 

Después del asunto de los extraterrestres, enfilo proa hacia una de las más brillantes maneras de analizar en Universo universal, y por ahí.

Este año del Señor de 2015 se cumplen 100 de la publicación de la teoría de la Relatividad General, y 110 de la publicación de la teoría de la Relatividad Restringida o Especial. Efemérides ambas que han propiciado una catarata de celebraciones, artículos explicativos, libros ad hoc, y teorías místico-sonadas respecto a la cosa. Para no ser menos, me uno con más voluntad que soltura a tan fastuosa explosión de festejos y alharacas.

No son fáciles de entender en toda su profundidad las teorías de la Relatividad de Einstein. La cosa tiene su dificultad y su dosis de perplejidad y paradoja. Por eso he colocado en primera línea la frase de Einstein. Más que nada para ir abriendo boca. Las Relatividade se pueden abordar desde diferentes planos: superficial, medio y profundo. Para una exploración profunda se requiere manejar matemáticas muy complejas, habilidad que lamentablemente no poseo. Para una aproximación superficial hay un porrón de güebs que hablan de la cosa; si bien también las hay que abordan el proceloso asunto con rigor y claridad. En cambio yo pretendo hablar de las relatividades desde una óptica media;  ni superficial ni profunda. Veremos en qué acaba el intento. En fin, empecemos por unas pinceladas de historia.

En el bucólico y pastoril panorama científico de finales del siglo XIX, las cosas –las bolas, en terminología científica- estaban colgadas en el espacio dando vueltas como lelas. En el sistema Solar, por ejemplo, había unas bolas (entre ellas la Tierra) que giraban ordenadamente alrededor del Sol, otra bola, pero con luz propia. La causa de ese gigantesco y continuo trajín sin freno ni tasa era una fuerza universal y todopoderosa llamada gravedad, que poseían las susodichas bolas y demás bichos. La dueña y señora del cosmos. La reina del cha cha cha sideral, vamos. Y todo ese movimiento incesante se producía en el marco de un espacio y un tiempo inamovibles, eternos, en los que se desarrollaba la acción producida por la gravedad. De esta manera, el espacio y el tiempo formaban por separado el escenario impertérrito en el que actuaba todo bicho viviente. El espacio y el tiempo, separados y como fríos espectadores de lo que ocurría en el Circo.

Y esos preceptos fundamentaban la mecánica clásica. Todo estaba en su sitio, con orden y concierto, y obedecía a leyes inmutables, previsibles y lógicas. Ah, que no se me olvide: el Universo se circunscribía a nuestra galaxia, la Vía Láctea, y estaba quieto parao. ¿Sí, correcto? Pues no; ni por asomo. Esa era la visión cimentada por Newton dos siglos antes, la cual se fue al carajo a principios del siglo XX debido a las ideas tronadas de un oscuro alemán de origen judío llamado Albert Einstein. Y que para más inri trabajaba como machaca de tercera en una oficina de patentes de Berna. Para los que gustan de alardear de méritos académicos y demás vanaglorias informo de que a Einstein lo rechazaron como profesor de universidad y de instituto; ¡al físico más genial de todos los tiempos! La revolución intelectual más gorda desde la de Newton la protagonizaba un tipo con mediocre currículo escolar, y al que se le consideró inútil para la docencia. Vamos, que los que le cerraron las puertas de la Universidad bien podrían haber sido catedráticos españoles. Incapaces de ver el genio deslumbrante de ese pequeño y tímido judío.

Primera aclaración: la radical revolución que inició Einstein invalida los postulados newtonianos en el macro espacio y  tiempo, cuando esas magnitudes y la masa (la cantidad de materia que tiene un cuerpo, no confundir con el peso, que eso varía según la gravedad), la energía, la velocidad o la gravedad alcanzaban valores inusitadamente grandes, extravagantes. Solo ahí. En cuanto al mundo micro, subatómico, va a su bola totalmente; bola que intenta controlar la Mecánica cuántica (como pongo/puse de relieve, con desigual acierto, en mi blog de física de Partículas). Por cierto, Einstein, a su pesar, puso las bases de la Mecánica cuántica. Así que ni les cuento la envergadura de su revolución.

Y por lo que respecta al mundo normal (odio esa palabreja), el de nuestra experiencia cotidiana, el intuitivo, continúa funcionando de perlas la mecánica newtoniana: las manzanas continúan  cayendo de acuerdo con las fórmulas de don Isaac y los cohetes se alejan de la superficie terrestre tras vencer la fuerza gravitatoria de toda la vida (velocidad de escape). Así y con todo, don Alberto dio una coz en todo el morro de la mecánica clásica y estableció un nuevo paradigma y una nueva y radical visión de la realidad (otra palabreja que no me gusta nada, ya que con frecuencia no es más que un conjunto de prejuicios). Y, si se me permite la licencia, añadiré que la de Einstein es una revolución destinada a influir en todas las parcelas del conocimiento humano. ¡Casi na

Como digno colofón les dejo un vidrio con una cancioncilla que suena bien:

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Sobre l'autor

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Salvador Martínez. Jubilado inquieto y curioso, que se pasea por una de las más apasionantes fronteras del conocimiento humano. Ante notario ha dejado escrita la frase que debe esculpirse en su lápida funeraria: "Aquí yace un tipo que dedicó su vida a comprender este mundo y sus alrededores. Fracasó." Y otra debajo: "Es la primera vez que hago un viaje sin tener ni idea de adónde voy"
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