Las rutilantes estrellas del espectáculo. Una visión personal (1)

Las rutilantes estrellas del espectáculo. Una visión personal (1)

dilluns 16 de març 2015 - 18:30
Las rutilantes estrellas del espectáculo. Una visión personal (1)

Si hay solamente espacio, sin soles o planetas en él, entonces el espacio pierde su esencia. (Sidarta Gautama, más conocido como Buda).

Ahí Buda dio en toda la diana. Si solo hubiera espacio, apaga y vámonos; sin olvidar el pequeño detalle que nosotros no estaríamos aquí para estudiar el Gran Follón que es el Universo.

(En este bonito dibujo se esquematiza la estructura básica de una estrella)

Otra previa de no menor interés: los cuerpos celestes no pueden salir de la nada, como se verá, pero todo un universo sí que puede (Hawking). Pero seamos más cuidadosos: don Stephen nos está diciendo que los bichos que hay en el Universo tienen un nacimiento, un comportamiento, y una fecha de caducidad y tal. Y, como la Gran Explosión parece que no surge de una situación previa, ni está en ningún sitio (antes del Pedo no había espacio), pues sale de la nada. Toma del frasco, Carrasco. Está por ver si sale de la nada o de un sinfín de explosiones multiversales (de muchos universos) o sí, al igual que un acordeón, explosiona para después implosionar hasta el punto de partida. Y encogimiento-estiramiento así hasta que las gallinas se depilen el sobaco. De eso ya hablaremos largo y tendido más adelante.

En el artículo anterior habíamos dejado al Universo con unos 13.700 millones de años de vida, (más o menos la edad a la que se podrán jubilar los españoles tras las reformas del PP, ¿recuerdan?). Ahora pasamos a ver algunos de sus inquilinos.

En el Universo hay un capazo -billones de billones- de artefactos, bichos y parásitos de todo tipo: bujeros negros, estrellas de todo tipo y tamaño, nubes frías de gas, planetas errantes y rotantes, cometas, asteroides, meteoritos, meteroides, polvo interestelar, galaxias,… Pero la cosa no acaba ahí: el nivel ultra microscópico del Cosmos, el vacío, está lleno de bichos raros en forma de partículas elementales, con sus correspondientes antipartículas, que aparecen, petan y desaparecen en menos que canta un gallo (facilito más información en el blog de Física de partículas). Me dispongo a examinar algunos de los artefactos más vistosos y marchosos.

Nadie duda que el cuerpo celeste que atrae más la atención es la estrella, el bicho más común del sidral universal.  Es una masa de gas muy caliente, que suelta luz sin parar, brilla hasta el deslumbramiento, calienta e ilumina aquellos cuerpos que están bajo su influencia; parece eterna, es vida y está viva, nos sirve de guía, es metáfora de buena suerte y la protagonista de mil y un poemas. Claro que esa fascinación se debe a que tenemos una casi en los morros, y que es gracias a ella que vivimos para poder continuar jodiendo este bendito planeta. Y por si fuera poco, de ella obtenemos, de una forma u otra, la mayor parte de la energía que consumimos, vital para el funcionamiento de nuestras tecnificadas sociedades. Sin la proximidad del Sol, no existiría vida en la Tierra. Eso nadie lo duda. Ah, a pesar de que hay más estrellas que granos de arena en las playas, las que podemos ver por la noche son unas 2.000 en cada hemisferio.

Anem a pams. ¿De dónde carajo salen las estrellas? Si hacen un poco de memoria, recordarán los primeros 300 millones de años del Universo habían transcurrido bajo el signo del desorden neblinoso de materia y energía. La materia estaba agrupada en grumos histéricos de masa-energía, que no conseguían dar forma a cuerpos independientes y bien definidos. A partir de esa edad, los grumos empiezan a formar densas nubes de gas y polvo de alta energía, compuestas primero por protones, neutrones y electrones (que van por libre como chotas), y después por átomos de hidrógeno, los elementos más ligeros de la naturaleza. Estas nubes se arremolinan y merced a la gravedad (y a la materia oscura) empiezan a comprimirse cada vez más, formando objetos con alta densidad de materia (masa). Las altísimas temperaturas permiten que en su centro los electrones continúen a su bola (en vez de orbitar alrededor de los núcleos atómicos, como es su obligación). Así las cosas, los núcleos atómicos de hidrógeno, sometidos a gigantescas presiones y temperaturas, se fusionan (se unen) entre sí produciendo helio. En ese proceso se pierde una pequeña cantidad de masa que inmediatamente se convierte en energía lumínica. Esta, abandona el núcleo en forma de fotones y con el tiempo y una caña sale de la estrella y se expande por el Universo universal. La estrella también emite rayos cósmicos, compuestos por partículas con alta energía y moléculas de elementos diversos, incluidos los más pesados, hierro…; pero esa es otra historia. En esa alquímica fusión de núcleos de hidrógeno está el meollo de la cosa, pues transforma masa en energía. A esa química esencial, productora de energía por un tubo, se la llama fusión nuclear. Y es el objetivo de las investigaciones tendentes a conseguir, de manera económica, energía por fusión. De esta manera se conseguirá energía limpia, segura e inacabable para los humanos: energía termonuclear por fusión. Les hago sabedores de que los combustibles fósiles se acabarán en un futuro no muy lejano; de ahí la importancia de esas investigaciones.

¡Et voilà!, acaba de parirse una estrella. Al proceso termodinámico de paso del hidrógeno al helio con la consiguiente transformación de masa en energía también se le llama la energía de las estrellas, como acabamos de ver. La materia, en las capas profundas de una estrella, presenta un estado plasmático; esto es: una mezcla de los tres estado de la materia: sólido, líquido y gaseoso. El problema actual es obtener la tecnología que permita mantener confinado al hidrógeno (más concretamente a su isótopo el deuterio) a la temperatura de los núcleos estelares y en forma plasmática. Pero todo se andará. 

Y para acabar, les adjunto un rollete en sudamericano sobre la transformación de la materia en energía, que es lo relevante de la cosa estelar:

https://www.youtube.com/watch?v=WejaFvqCTnk

 

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Sobre l'autor

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Salvador Martínez. Jubilado inquieto y curioso, que se pasea por una de las más apasionantes fronteras del conocimiento humano. Ante notario ha dejado escrita la frase que debe esculpirse en su lápida funeraria: "Aquí yace un tipo que dedicó su vida a comprender este mundo y sus alrededores. Fracasó." Y otra debajo: "Es la primera vez que hago un viaje sin tener ni idea de adónde voy"
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