Los propios dioses. Consideraciones sobre el conocimiento del Universo.

Los propios dioses. Consideraciones sobre el conocimiento del Universo.

dimarts 21 de setembre 2021 - 11:15
Los propios dioses. Consideraciones sobre el conocimiento del Universo.

Ante el Universo, hasta los propios dioses son insignificantes. (Proverbio monegasco).

 

(En esta bonita foto se ve al papa Benedicto haciendo un pase de magia a Hawking)  

Declaración de principios y advertencia a románticos, soñadores, místicos, idealistas y  adoradores de energías cósmicas: El universo es frío, peligroso, hostil, inhóspito, poco comprensible, inabarcable, incontrolable e indiferente; totalmente indiferente a lo que puedan hacer y pensar unos tipos rarísimos de un planeta vulgar ubicado en una galaxia del quinto pino. Quién avisa no es traidor. Para abrir boca reparen en lo que dice el maestro Andrei Linde al respectiveEl big bang suscita cuestiones tan delicadas que da miedo hablar de ellas. Pues eso. 

Iré más lejos: ya podemos cuidar con mimo y esmero nuestro planeta, y mantenerlo habitable para las próximas generaciones, ya que fuera de casa todo es caos, horror, muerte y vacío. A los profetas de la colonización de otros planetas hay que decirles que el primer candidato a colonia se halla en la constelación de Escorpión y dista la tontería de 280 años luz; ah, y al parecer está sometido a unos relajantes y tranquilizadores bombardeos de rayos gamma procedentes de una enana roja cercana. Pues eso, que es de imbéciles continuar jodiendo  la Tierra en la confianza de que cuando la hayamos terminado de machacar, podremos irnos a las chimbambas siderales como el que se va de vacaciones a Salou. De eso nada. Pero el problema es que, en efecto, somos imbéciles, como se ha demostrado hasta la saciedad. Y no valen los cuentos esos de que las ciencias adelantan que es una barbaridad. Es de chiflados pensar que se puede enviar a miles de millones de personas a sitios tan lejanos en un tiempo razonable. ¿O es que solo irían los dirigentes del mundo mundial? Ante esta última posibilidad la respuesta es clara: a ver cuándo se largan todos de una vez!

Empezaré el viaje al Universo con una breve incursión en la vieja, viejísima, polémica que enfrenta la razón con la fe, la ciencia con creencia. Pocos ámbitos son tan propicios a este tipo de discusiones (¿bizantinas?) entre ambas modalidades de conocimiento. La cuestión no es baladí, ya que a lo largo del viaje aparecen no pocas ocasiones de buscar respuestas exocientíficas (ajenas a la ciencia) a las grandes preguntas que suscita el conocimiento del Universo.  En efecto, si dejamos a un lado la Evolución, el conocimiento del cosmos ha estado en el ojo del huracán desde l´any de la picor, como poco. Ya los griegos dejaron una buena colección de textos en los que intentaban diferenciar ambos tipos de saberes, si bien todavía quedaba muy lejos el nacimiento de la ciencia, tal y como la conocemos ahora. Recordemos, más adelante, los esfuerzos de la Escolástica por hacer compatibles razón y fe. ¿Y quién de cierta edad no recuerda el rollo verbenero montado por el Nacionalcatolicismo en la posguerra a tal efecto? Ciencia cristiana, lo llamaban. Es decir, que cuando la ciencia chocaba con la fe católica, se imponía esta por decreto ley.

En la actualidad, se diría que vivimos en un mundo dominado por la ciencia, y su hija práctica, la tecnología. Todo es ciencia aplicada: desde las aspirinas hasta las sondas espaciales y las lavadoras con función anti-arrugas, todo parece obedecer a las diosas razón y a la ciencia. Los avances en todos los campos del conocimiento humano son apabullantes; y han ido relegando las creencias religiosas y místicas varias al mundo que les es propio: el de las creencias, mismamente. Conocimiento no verificable experimentalmente; ni medible ni sometido a las implacables leyes de la naturaleza, las que hacen girar el mundo. ¿Correcto, verdad? Pues no, ni pensamientos. Lo que sucede es totalmente lo contrario: a medida que la ciencia avanza, el pensamiento mágico, religioso, místico y por ahí crece en proporción pareja como interpretación y explicación de todo lo que existe y más que hubiera. Fijémonos sino en el aumento exponencial de los adeptos a la fe mahometana (los cerdos están de suerte). O en la cantidad de creacionistas -que se creen la Biblia a pies juntillas- que circulan por un país tan cientificado como los EUA. O, en fin, en las mil y una religiones que apuestan por las más diversas hipótesis espirituales y sucedáneas. De todo hay, ya se va viendo, en la Viña del Señor; (y que dure, porque de lo contrario el mundo sería más aburrido que un simposio de literatura en Corea del Norte).

No sé dónde leí hace poco la reveladora anécdota vivida por un eminente físico pakistaní, de cuyo nombre no puedo acordarme. Resulta que este señor fue a dar una conferencia a unos estudiantes pakistanís que estaban terminando un posgrado de física teórica (ojo al dato). En un momento de la charla, el eminente dio una breve explicación científica de un reciente terremoto que había sacudido a Cachemira. Inmediatamente se levantaron las manos de los estudiantes para decir todos lo mismo: nada de movimiento de placas y demás tonterías: la cosa había sido un castigo de Alá por lo pecados cometidos por los pakistaníes. Vamos  bien, requetebién.

Por lo que a mí respecta, tengo más que claro que no hay posibilidad de hermanamiento entre la fe (en cualquiera de sus concreciones) y la razón; entre creencia y ciencia. El ámbito de conocimiento de la ciencia no incluye la temática que aborda la fe religiosa. Y esta debería cuidarse mucho de meterse en berenjenales científicos, so pena de hacer el ridículo. Cada uno de los dos tipos de conocimiento tiene parcelas bien determinadas, y respetables, y las mutuas intrusiones están abocadas al fracaso. Recordando al gran maestro Feynman se puede añadir que más vale no tener conocimientos sobre tal o cual aspecto de la realidad que explicarlo por métodos a-científicos.  

Sin embargo, ya se va viendo, hoy día han proliferado cual setas en bosque otoñal las creencias más o menos filosóficas y más o menos místico-espirituales que vuelven a la carga con la vieja pretensión de aunar razón y religión. Utilizan las exploraciones científicas, y sus descubrimientos, para montar chiringuitos ideológico-místicos que mezclan, por ejemplo, la física cuántica con el alma humana o, los más avispados, que se presentan como especialistas en  medicina cuántica (que hay que tenerlos más gordos que el caballo de Espartero). Precisamente esta tarde estaba videando en Internés documentales sobre el origen y evolución del Universo, y encontré más de la parte creencia científica que de la parte ciencia. ¿Un signo de los tiempos?, me pregunto no exento de preocupación.

Un poco más arriba he hecho referencia a la filosofía descalificando algunos de sus productos. Eso merece una aclaración. La Filosofía, con mayúsculas, siempre se ha interesado por el Universo y su funcionamiento; y hoy día continúa siendo motivo de reflexión y análisis. Repito que me refiero a la filosofía seria, rigurosa y sistemática. Ahí no hay nada que objetar. Incluso hay  científicos de valía que afirman que las últimas realidades del Universo son más competencia de la filosofía que de la ciencia; y que llegado a cierto nivel de análisis, filosofía y ciencia se necesitan mutuamente. Talentos de la talla de Vilenkin, insinúan que para comprender el Universo tal vez se necesite algo más que física. Esa música suena bien, y no seré yo quien enmiende la plana a esos científicos; aunque procuraré no adentrarme demasiado en las implicaciones filosóficas de la cosa y ceñirme al corpus de conocimiento científico.

Pero la cosa no acaba aquí, qué va. Ahora resulta que es posible que haya muchos universos por esos pagos inabarcables. Éramos pocos y parió la burra. Como si no tuviésemos bastante follón con el que nos ha tocado en la rifa. ¿En qué cabeza cabe un sidral con un número indeterminado de universos, cada uno a su bola, expandiéndose por quién sabe dónde. Daré noticia de cómo está la cosa multiversal  más adelante. Y también exploraré otros los ámbitos estelares de la cosa; como por ejemplo: ¿existen bichos inteligentes o sucedáneos en otros planetas?; ¿nos han visitado?; ¿hacen la declaración de la Renta como nosotros?; ¿sus políticos son igual de chorizos que los nuestros?, y otras palpitantes preguntas.

Y, finalmente, la pregunta del millón: ¿para qué carajo sirve el Universo universal? ¿Cuál es su propósito, su función? La respuesta es clamorosa: ni idea, pero es que ni la más remota idea. A lo mejor no sirve para nada... De momento nada permite aventurar una respuesta convincente; excepción hecha de las explicaciones finalistas y religiosas, las cuales apuestan por una Creación de la cual el ser humano sería la guinda y el culmen. Hay que tener mucha moral para pensar que los 50.000 millones galaxias que pululan como lelas por el Universo se han creado para pasmo y regocijo de unos bípedos implumes que habitan un planeta de tercera división ubicado en la quinta forca.  Todo muy oscuro, me temo.

Finis coronat opus. Si a pesar del rollo macabeo que les he endilgado continúan enamorados del universo (de este, al menos), les informo de que hay una empresa que por un módico precio envía las cenizas de un difunto al espacio exterior, en donde vagarán in secula seculorum.

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Sobre l'autor

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Salvador Martínez. Jubilado inquieto y curioso, que se pasea por una de las más apasionantes fronteras del conocimiento humano. Ante notario ha dejado escrita la frase que debe esculpirse en su lápida funeraria: "Aquí yace un tipo que dedicó su vida a comprender este mundo y sus alrededores. Fracasó." Y otra debajo: "Es la primera vez que hago un viaje sin tener ni idea de adónde voy"
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