¿Para qué sirve la vida? (No incluye manual de uso).

¿Para qué sirve la vida? (No incluye manual de uso).

dilluns 11 de juliol 2168 - 20:30 a diumenge 03 de setembre 2169 - 00:00
¿Para qué sirve la vida? (No incluye manual de uso).

 

(En esta bonita imagen se ve a un nean y un sapiens-sapiens. Ambos son humanos. Del género ​homo).

Habíamos dejado la cosa en que las razas no existen. Ningún científico digno de tal nombre elabora una taxonomía (clasificación) de los sapiens-sapiens en base a lo que los racistas llaman razas.

Remato la cosa de la genética evolutiva humana. La curiosa característica común a ambos portadores de genoma –ADN mitocondrial femenino y cromosoma Y masculino- es la capacidad de replicarse sin taras. Tan simpático comportamiento ha permitido echar p’atrás, contar el número de copias y llegar hasta unas señoras valientes, como ya he dicho, que vivieron hace unos 80 mil años mal contaos, y de las cuales descendemos todos los que salimos de África por aquellas fechas; y muchos de los que se quedaron… El ADN es una ventana de precisión que tenemos abierta para entender el pasado de la especie (Pit). Y esta, como otras mutaciones, se puede detectar en los grupos étnicos actuales. Un noruego, amén de pertenecer mayormente al haplogrupo nórdico  I M170, transportado por el cromosoma Y masculino, también presenta caracteres correspondientes a otros. Y, pásmense, más recientemente, ese haplogrupo importante en los nórdicos, también lo es en Bosnia-Herzegovina. En otras palabras: no hay un solo individuo que sea puro, ario, sin presencia de genes y mutaciones presentes en otras etnias. Ni hay, por tanto, condición gética que explique un mayor o menor adelanto técnico/cultural. Tenemos una gran variabilidad genética, pero compartiendo todos y siempre lo fundamental y definitorio de nuestra especie.

(Aclaración aclarante. Imagino que los lectores habrán observado con estupor que me refiero a nosotros mismamente como la especie sapiens-sapiens, y no solo sapiens. Y es que a lo largo del camino (evolutivo) aparecieron otras especies humanas-sapiens. Tipos que pensaban, poco o mucho, que fabricaban herramientas, controlaban el fuego, hablaban, mal que bien, tenían intensas relaciones sociales y tal: erectus, denisovanos, neandertales... Por tanto, con esa clasificación me opongo frontalmente a los ideólogos (que no científicos) que etiquetan, de manera supremacista, a esas otras especies humanas como homínidos. ¡Y una leche! Eran humanos semejantes a nosotros, aunque de otra manera y con otro destino).

Bueno, bueno, bueno. Hemos recorrido una etapa del viaje de la Vida, desde sus azarosos inicios -3.500 millones de años- hasta la aparición de las primeras estructuras vivas complejas. Si bien la cosa tiene mucha más tela, declino por el momento continuar por esa larga senda y, a partir del próximo artículo -quien avisa no es traidor- examinaré nuestra evolución desde un punto cero que fijaré en unos 7 milloncejos de años atrás. Pero antes, permítanme que formule la jodida preguntita que sobrevuela nuestras atribuladas seseras.

¿Para qué sirve la vida? Para nada de na de rien. La vida no sirve para nada, al menos que yo sepa. Tal vez para producir dióxido de carbono a paladas u oxígeno también a paladas o glucosa o cosas por el estilo. Cualquiera puede replicar que para construir autopistas sin tráfico, o aeropuertos sin vuelos, o para que las mariposas monarca sobrevuelen nuestro jardín en las suaves mañanas de mayo. ¿Y qué? Pues qué bien, me alegro mucho. Pero si no hubiera pantanos o el museo del Prado, el Universo continuaría exactamente igual, no casi igual, sino totalmente igual. Incluso si no existiera Messi, la cosa continuaría igual, por muy difícil que les parezca a los culés. La gravedad sí que es necesaria para que el Circo se mueva y funcione, o el hidrógeno o la luz, o las nubes de polvo interestelar o… ¿Pero nosotros o los geranios? Por favor, ¡cuánta arrogancia! Y cuando nuestra especie solo sea la sombra de un recuerdo olvidado, el Universo continuará tal cual. Y es que esas presunciones se formulan desde dentro, y lo hacemos nosotros, que tenemos la manía de creernos los reyes del mambo, y damos respuestas risibles a preguntas fundacionales. Bueno, tal vez aquí me he pasado un poco. Eso de la vida es muy bonito, y nos permite admirar los fenómenos naturales y tal –auroras boreales, glaciares…-, babear con nuestros retoños, disfrutar de una caragolada… Y tal. Todo eso es magnífico y gratificante, pero no altera ni un ápice el correcto planteamiento de la cuestión. Y por supuesto no hago ningún caso a las explicaciones religiosas de nuestra existencia: hacer méritos para la “Otra Vida” y demás zarandajas.

Bueno, no hay porque desesperarse. El psiquiatra y pensador judío-alemán Erich Fromm tiró por el camino de en medio para no caer en la depresión: El sentido de la vida no es más que el acto de vivir en uno mismo. Se baja el telón y fin de la representación.

  La vida solo sirve para intentar perpetuarse allí donde se dé mediante la reproducción. Pero ese es un argumento de nulo valor; sobre todo observado desde unos 500 millones de años luz de distancia, o desde un quásar… Miren: estamos aquí para reproducirnos y perpetuar la especie (nosotros y los erizos de mar, un suponer). Si a eso lo llamamos sentido de la vida, justificación o razón de ser y tal, vamos aviados. A la especie le importa un carajo que uno sea ingeniero o monje de Montserrat: para lo que sirve el individuo es para fabricar más individuitos que sepan capotear positivamente con el medio. ¿Qué no nos queda otra que apechugar? Por supuesto. Con todo, la cultura mete el hocico para alterar ese determinismo biológico: ya no se fornica únicamente para tener hijos bastantes que perpetúen la especie: hoy la coyunda con frecuencia se practica solo para experimentar placer y hacer guarradas (véanse los artilugios que vende Durex).

Pero dejemos que sea Stephen Gould, brillante mezcla de antropólogo y humanista, el que ponga los puntos sobre la íes: Tenemos que comprender que la Tierra no está hecha para nosotros, que nosotros solo somos unos invitados que estamos aquí gracias a un afortunado accidente (la negrita es mía). Así que ya saben: azar, necesidad, accidente, paradoja, rareza, imposibilidad, chamba, chiripa, churra… Tales son los términos que caracterizan nuestra existencia.

Les deseo un buen viaje.

Antes de ser ídolo de masas, David Bowie fue un genial representante del glam-rock y de la escenografía.

https://www.youtube.com/watch?v=3qrOvBuWJ-c

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Sobre l'autor

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Salvador Martínez. Jubilado inquieto y curioso, que se pasea por una de las más apasionantes fronteras del conocimiento humano. Ante notario ha dejado escrita la frase que debe esculpirse en su lápida funeraria: "Aquí yace un tipo que dedicó su vida a comprender este mundo y sus alrededores. Fracasó." Y otra debajo: "Es la primera vez que hago un viaje sin tener ni idea de adónde voy"
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