El camino hacia la República arranca en Etiopía

El camino hacia la República arranca en Etiopía

divendres 12 de juny 2020 - 16:00
El camino hacia la República arranca en Etiopía

Antes de soltar el rollo, quisiera desear a mi querido público, al cual tanto debo y tanto aprecio, unas Felices Pascuas y un úbérrimo Año 2019. Amén.

(En esta bonita foto se ve la jeta que gastaba el Australopithecus Sediba. El bicho es el fósil, por si había dudas, y el humano, su descubridor).

Mis experiencias con la ciencia me llevaron a Dios. Algunos retan a la ciencia a que pruebe la existencia de Dios. Pero ¿Es realmente necesario que encendamos una vela para ver el Sol?»

(Bonita frase de Wernher von Braun; y añade que la ciencia escudriña la gloria de Dios. Conviene recordar que ese tipo fue un nazi convencido, responsable de la fabricación en la Segunda Guerra Mundial de las bombas volantes, V-1 y demás. Esos mortíferos ingenios se fabricaban en instalaciones en las que se usaba mano de obra esclava, la cual moría por agotamiento, hambre y frío. Y eso lo sabía perfectamente el bueno de Braun, ya que era él el que exigía más y más esclavos para aumentar la producción de las bombas volantes que asolaron ciudades inglesas como Londres. Pues, ¡mira qué bien!, ese bastardo nazi se permite hablar de la gloria de Dios y por ahí. Cuando fue un asqueroso asesino torturador de masas. Ese no es el Dios que buscamos las personas decentes, sin de momento encontrarlo. O no debería serlo).

Rematemos  los mecanismos que producen los cambios evolutivos en todos los bichos, y ahora especialmente en los homos sapiens.

Con todo, el mecanismo que produciría la influencia directa del medio como causa de mutaciones evolutivas, no sería el único que actuaría, sino que tendría que sumarse a los otros. Cuanto menos. No obstante, a mí me quedan algunas dudas. Volvamos al ejemplo de las mariposas marrones y amarillas. Las marrones sobreviven porque tienen el mismo color que las cortezas de los árboles y pasan desapercibidas a sus depredadores (pájaros…). Según la epigenética, sería la presión del medio, en forma de gran disminución de la especie zampada por las aves por tener alas amarillas, la que produciría precisamente el color de las alas que se mimetizara en las arboledas. No me acaba de cuadrar la causa de ese mecanismo. Ahí lo dejo. Quien quiera saber más, hay algunas páginas en Internet que hablan de manera fundamentada de la Cosa.

Respecto a esos motores evolutivos, pienso que bien podría añadirse otro. La lucha por los recursos entre diferentes grupos humanos, incluso entre distintas especies humanas. Con frecuencia, sobrevivir y perdurar, estaba muy ligado al éxito en la lucha/competición con otros grupos de la misma especie. O de otra también humana. La nean, es un buen ejemplo de competición con la sapiens-sapiens. En otras palabras: la cosa no iba solo de sobrevivir a las glaciaciones, los medios áridos, las catástrofes naturales, el hambre, la mala suerte… También había que sobrevivir a otros grupos humanos que codiciaban las mismas fuentes de recursos vitales (agua, caza..). Como bien dice Arsuaga, los otros –los forasteros, que dicen los del Alt Urgell- también formaban parte de la naturaleza hostil. Pero esto es una hipótesis provisional.

 A partir de ahora retomo el hilo de la narración que explica, ¡ay!, el camino evolutivo que hemos seguido desde que Matusalén era recluta. Cabe señalar que la Cosa Evolutiva está en continúa revisión y modificación; y no es aceptada por toda la comunidad científica. Que no hay consenso en casi nada, para entendernos. A eso se le llama nadar y guardar la ropa…

Bueno, bueno, bueno. Ya tenemos a nuestros más directos y arcaicos predecesores no humanos, los Australopithecus Africanus y los Sediba, dos clases de prototipos circulando aterrorizados por las sabanas/arboledas del Este/Sudeste de África hace unos 4 millones de tacos. Pero no eran humanos, sino pre-humanos, si me permiten la licencia. Homínidos.

El género homo, el que nos incluye a nosotros entre otras especies, empieza a perfilarse con cierta claridad en un sub-género de simios agrupado en torno a la denominación general de australopitecos, los monos del sur. Ese género integra una serie de especies emparentadas que circulan por África desde hace unos cuatro millones y pico de años. Vamos a ver: nosotros, los homos pagatores, tenemos que venir por narices de una de esas especies, por la sencilla razón de que no hay otros candidatos a ser nuestros antepasados directos no humanos. No hay nada más que rascar en las infinitas praderas de África del Sur y del Este. De momento, de momento. Y como no podemos descender directamente de una grulla o de una mofeta (la genética lo niega), pues tenemos que echar mano de los simpáticos australopitecos, que poseen rasgos y elementos que ya apuntan a los principios de la hominización. ¿De dónde puñetas salen esos tipos? Calma, no precipitarse. Antes de la eclosión de australopitecos, hay que presentar a otros tipos que les preceden. Y hablo de eclosión porque va a producirse una grande y diversa cosecha de esos bichos, desparramados por una amplia región de África.

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Sobre l'autor

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Salvador Martínez. Jubilado inquieto y curioso, que se pasea por una de las más apasionantes fronteras del conocimiento humano. Ante notario ha dejado escrita la frase que debe esculpirse en su lápida funeraria: "Aquí yace un tipo que dedicó su vida a comprender este mundo y sus alrededores. Fracasó." Y otra debajo: "Es la primera vez que hago un viaje sin tener ni idea de adónde voy"
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