La Realidad ya no es lo que era -si es que alguna vez fue lo que era- y el bonito número de la pelotita y el tren (ahora, sí)

La Realidad ya no es lo que era -si es que alguna vez fue lo que era- y el bonito número de la pelotita y el tren (ahora, sí)

diumenge 29 de gener 2023 - 18:45
La Realidad ya no es lo que era -si es que alguna vez fue lo que era- y el bonito número de la pelotita y el tren (ahora, sí)

(Con esta bonita frase, Benedetti nos ilustra sobre una de las peculiares vivencias del tiempo)​


Decíamos ayer que la Relatividad Restringida/Especial del tío Alberto fue como una coz en todo el morro de la mecánica clásica; y que envió al carajo todas las certidumbres, todos los absolutos y los determinismos. Y es precisamente la pureza de su pensamiento, su virginidad intelectual, lejos de las contaminaciones de los físicos serios, lo que le permite cambiar la visión de la Realidad (odio esta palabreja, tras la cual generalmente se esconden nuestros prejuicios). Ese exabrupto merece una aclaración: hay consenso en aceptar que lo que denominamos realidad no es más que una simulación de nuestro cerebro (Susana Martínez-Conde). ¡Hay que joderse, Albertito!

En palabras del genial físico Max Bornlas relatividades de Einstein son el mayor hito del pensamiento humano acerca de la Naturaleza. Toma del frasco, Carrasco. Demostró que la mecánica newtoniana necesitaba una profunda reforma, al tiempo que inauguraba la cosmología contemporánea: los bujeros negros, el Gran Pedo (Big Bang), la expansión del Universo… (Walter Lewin). Si Newton se levantara de la tumba, se mearía en los calçotets. Einstein no trabajó con ningún equipo, insisto; tampoco dispuso de laboratorios ni efectuó experimentos. Sus elegantes formulaciones son pura teoría; aplastante, elegante, bella y genial: como una partitura de Beethoven. La verificación experimental vendría mucho después. ¡Y no la realizaría él, pues pasaba de todo! Hay una anécdota famosa, si me permiten, que se refiere a un físico (ahora no recuerdo el nombre, pero era de primera fila) que escribió a Einstein para decirle que su Relatividad Especial era un sinsentido, y le pedía que se la explicará mejor. Einstein lo envió al carajo. Corto y raso. Y eso solo lo puede hacer un gigante que posee la fórmula magistral del gran conocimiento. Prosigons.

Volvamos a la cosa del tiempo. Podemos afirmar que el paso del tiempo depende de nuestro estado de movimiento (Greene). Pero la cosa no queda aquí: también la longitud de los cuerpos sometidos a una velocidad uniforme –no olviden lo de uniforme, siempre la misma, pues es crucial- se contraen: contra mayor es la velocidad, mayor es la contracción (disminución de longitud). No obstante, en el ámbito de nuestra cotidianeidad la expresión de las fórmulas relativistas es mínima, por no decir infinitesimal: un tipo que vaya en un avión a 2.000 km por hora durante 6 horas, al llegar a tierra ha experimentado una contracción del tiempo de 0,000000000001 segundos, por poner algo, en comparación con el que ha transcurrido para la amiga que le espera en la sala de llegadas del aeropuerto. Aun así, pienso que Ferrari tendría que especificar la longitud de sus modelos según la velocidad: Ferrari California-T: longitud en reposo: 4 m.; longitud a 330 km/h: 3,999999999 m. ¡La precisión ante todo!

Permítanme que haga una pequeña digresión respecto al tiempo (del que me ocuparé a fondo algún día). Se diría que el tiempo tiene que pasar-correr-moverse de igual manera en todo el Universo universal. Una idea que ya he explicado que no es cierta. Y un ejemplo sencillo, cassolà, nos permitirá constatar que el tiempo varía según la experiencia que se viva: una hora disfrutando de la más sentida afición parece que dure poco; en cambio un cuarto de hora haciendo una tarea desagradable parece una hora. En tiempo que ha contado el reloj en ambas experiencias es el mismo, pero la cantidad y la calidad de la vivencia difiere, se percibe de manera muy diferente. Es el llamado tiempo psicológico, subjetivo en esencia. Pues por ahí se empieza a joder todo el chiringuito del tiempo uno, grande y libre.

d). La cuantificación del movimiento de cualquier bicho depende del observador que la mide (que también está en movimiento, no se olvide). Son bien conocidos los ejemplos de la diferente medición de la velocidad (y del tiempo) de un suceso entre un observador que circule en un tren y uno que esté fuera. Así que debe asume cual dogma de fe (así nos evitamos rollos verbeneros que acaban por demostrar lo que ya doy por demostrado).  

Bueno, va, a petición del respetable anoto un numerito sencillo. Sea un tren que circula a 100 km. hora de velocidad constante y sin traqueteos ni mandangas: como una seda (ya ve que manejo el vocabulario científico más preciso y acurado). En su interior viaja un matrimonio con un hijo pequeño. El ninio lanza por el vagón una pelotita a 10 km por hora en la misma dirección y sentido que el de la marcha del tren. Antes de que dé en las narices de otro pasajero, los progenitores constatan que la maldita pelotita va a eso, 10 km. por hora. No obstante o sin embargo, un caballero que está a pie de vía midiendo velocidades, al pasar el tren detecta que la pelotita circula a 110 (100+10).¿Quién de los observadores hace la medición correcta? Ambos dos, ambos dos: tanto el que está fuera como los que viajan en el tren. Y a quien Dios se la dé, san Pedro se la bendiga.¿Entienden por qué hablamos de Relatividades?

Pero la cosa no acaba ahí. El numerito del tren y la pelotita ya lo estudió el gran Galileo para velocidades normalitas. Y viene de perlas para entender la relatividad de los movimientos/velocidades. Pero de nuevo mete el cucharón Einstein y nos larga lo siguiente: si el tren fuera a 200.000 km/s. y desde uno de sus vagones se emitiera un haz de luz -casi 300.000 km/s.-, el observador externo al tren observaría (hay que echarle mucha imaginación a la cosa) que el haz de luz se mueve a 300.000 km/s en el sentido y dirección de la marcha.; no a esa velocidad más la del tren. Cágate lorito. Los pasajeros del tren también detectarían la misma  velocidad para el haz de luz. Ante esta evidencia solo puedo anotar lo siguiente: a quien dios se la dé, san Pedro se la bendiga. Yo ya no doy más de sí.

Meat Loaf (Pastel de carne) es un tipo que está como una jodida cabra; literal. Pero en mi humildísima opinión ha compuesto una de las cinco mejores canciones de rock de todos los tiempos: Murciélago fuera del infierno. El título ya marca… Ahí va:

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Sobre l'autor

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Salvador Martínez. Jubilado inquieto y curioso, que se pasea por una de las más apasionantes fronteras del conocimiento humano. Ante notario ha dejado escrita la frase que debe esculpirse en su lápida funeraria: "Aquí yace un tipo que dedicó su vida a comprender este mundo y sus alrededores. Fracasó." Y otra debajo: "Es la primera vez que hago un viaje sin tener ni idea de adónde voy"
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